En Cuba hay que invertir la pirámide del miedo.
La idea es crear una matriz de opinión con respecto al miedo e invertir la pirámide, que en vez del represor infringir el miedo, que sea el represor quien empiece a sentir miedo por sus acciones.
En un país como el nuestro, sometido a la obediencia voluntaria por la imposición del miedo generalizo, porque el miedo en Cuba es inducido y sistémico.
Ante esta situación hay que definir el tipo de miedo que más nos afecta a los cubanos, de dentro y de fuera de la isla. Este miedo al que me refiero no es el miedo de cobarde, con el que, calificamos y hasta identificamos a ciertas personas, sino a ese miedo que, consideramos como miedo estratégico para no buscarnos más problemas del que supuestamente tenemos. Es ese miedo manipulador es el que los mecanismos de inteligencia utilizan para lograr la obediencia voluntaria.
Es una condición psicológica tal, que el propio individuo muchas veces dice públicamente yo no le tengo miedo a nada, generaliza, pero no es capaz de mencionar el generador de miedo, que todos conocen, pero no se atreven a llamar por su nombre y por eso generalizan. Aquí es donde está presente el miedo estratégico.
El miedo inducido como sistema genera diferentes tipos de miedo, pero el que más controla socialmente es el miedo estratégico, que te limita constantemente y te obliga psicológicamente a la obediencia voluntaria.
El miedo en Cuba se infringe desde el poder, y tubo su pico de implementación con los fusilamientos en los primeros años de la revolución y altas condenas de cárcel a la menor sospecha de disidencia política. Ahora bien, si el miedo se induce desde el poder, también los que ejercen el poder padecen del mismo miedo, ya que los castigos para los que tiene alguna cuota de poder son mayores y ejemplarizantes.
El miedo inducido, como es una acción de psicología de masas no es muy fácil desarraigar, el antídoto existe, pero es un proceso lento. Se requiere de una estrategia colectiva, que cambie el patrón de conducta e invierta la pirámide del miedo.
Por esa razón, lo primero que hay que cambiar es el comportamiento individual de las personas. En repetidas ocasiones hemos tratado el tema de cómo hay que cambiar la saeta del miedo. o sea, devolver la granada, como muchas veces sucede en los campos de batalla.
Se ha hecho costumbre denunciar que un agente cualquiera viene y le dice a un opositor o disidente político que, le van a echar cualquier cantidad de años en prisión y las personas, psicológicamente de lo creen y lo dan por hecho y lo peor, actúan en consecuencia y aquí reaparece el miedo estratégico y por consecuencia, el mutismo político.
Las consecuencias del miedo estratégico son fatales, ya que superar el miedo estratégico conlleva poner en riesgo no solo a su protagonista, sino compromete a toda la familia. Si por razones políticas una persona es separada de su empleo, afecta a toda la familia. Incluso, se rompe la tesis de la independencia económica sería suficiente para la ruptura umbilical con el régimen como empleador único, porque no así.
El miedo estratégico se impone a los nuevos empleadores: paladares, MiPymes, cuentapropistas, etc. que bajo presión de los servicios de inteligencia obligan a no emplear o despedir a cualquier persona que se muestre inconforme con el sistema.
El miedo estratégico es la respuesta psicológica de la víctima ante las posibles represalias del opresor o más bien, de un el posible recrudecimiento de las represalias, porque de hecho ya venía sufriendo el castigo por su posición política.
Esa actitud que asumen los familiares de los presos políticos es producto de esta condición humana que también se refleja en muchos presos políticos. Incluso, muchos presos políticos asumen esa posición de la obediencia voluntaria en busca de un beneficio de sus verdugos. A veces la historia hay que revisarla: Un encuentro de José Martí con un haitiano que había vivido en Cuba, Martí lo invitó a regresar de nuevo a Cuba luego de la amnistía de 1879 y el haitiano le dijo en la forma peculiar de su idioma según narra Martí: “Yo no querer favores ni calores de la mano enemiga”.
En la lucha política hay que ser consecuente con los principios, aunque es válido para todos los seres humanos, los presos políticos tienen una responsabilidad mayor. Entonces los opositores y disidentes en las calles y los presos políticos en las prisiones son los encargados naturales de invertir la pirámide del miedo real y del miedo estratégico.
Sé que es difícil, por las propias características del mismo sistema totalitario. Una persona me comentaba hace poco que tenía que ir a una citación de la Seguridad del Estado, porque ellos para sobrevivir hacían algunos inventos económicos: elaboran ciertos productos comestibles que, si no iba a la citación, se le podían “tirar” como se dice en Cuba.
Ahora bien, vamos a llegar a una conclusión ¿Es factible invertir la pirámide del miedo? Claro que sí, todo depende de la actitud personal de cada uno de los implicados circunstanciales.
Si los familiares de los presos políticos, que suman miles, estuvieran constantemente exigiendo al régimen de forma civilizada y documentada de sus casos, incluidas vigilias frente a los centros de detenciones e instituciones del régimen, llamaría poderosamente la atención.
Si los disidentes y opositores se presentaran ante las oficinas de la Seguridad del Estado, o a esos mismos que vigilan sus casas, los increparan exigiéndole responsabilidad por la inseguridad del estado con la crisis económica más visible como la falta de energía eléctrica y sus apagones y la falta de medicamentos. Entonces los perseguidores serian ellos, no las victimas como hasta ahora.
Y si así mismo hicieran con todos los agentes que van a citarlos y a intimidarlos, incluidos los jefes de Sectores de Policía, la situación seria diferente. Hay que crear la desconfianza y la incertidumbre apelando a un cambio que se avecina y ellos van a ser procesados e enjuiciados. Y poner el ejemplo más reciente Siria, donde el dictador huye y deja embarcado a todos sus cómplices y colaboradores. Hay que hacerle ver que ese será el futuro de Cuba.
Hay que, a imponer el valor estratégico, no es hora de la lucha individual, incluso no es el momento de las huelgas de hambre, se necesita fortaleza y tiempo para enfrentar la agonía del régimen.
¿Qué pasaría si los ciudadanos llegaran haciendo fila ante los órganos del estado pidiendo ayuda en alimentos, medicinas, leche para los niños, etc.? El impacto mediático seria desbastador. Ahora bien, se necesita un discurso coherente, bien estructurado y con un mensaje contundente.
La forma más efectiva de invertir la pirámide del miedo es haciendo de los métodos de represión una condición cotidiana, que no infringe temor alguno y si se le puede dar una connotación positiva como mecanismo para saturar la represión, el miedo inducido pierdo su objetividad.
Florida, 10 de diciembre del 2024