Centro para la Democracia Proactiva

Diosmel Rodriguez Vegar
rdiosmel@gmail.com

MIAMI – Febrero 12,  2010  – Muchos se preguntan -si el Proyecto Varela- como quiera que sea, le roba un espacio al gobierno cubano, porque de hecho conocemos su naturaleza como régimen totalitario al fin, que no puede por filosofía propia permitir espacio alguno, entonces el ataque o predisposición contra el Proyecto Varela despierta el interés de un análisis más profundo de los hechos e insta a buscar los peligros de Paya.

La oposición cubana tuvo su momento, alguien la considera exclusivo o verdaderamente real en la década de los 60, cuando se produjeron los mayores enfrentamientos, inclusive de carácter armado contra el gobierno cubano, luego se produjeron hechos aislados, y presos por motivos políticos siempre los hubo.

Sin embargo, una disidencia activa surgió hace ya varios años, con propósitos bien definidos, fundamentando su estrategia de lucha en denunciar la violación de los derechos humanos por parte del gobierno. Más tarde surgieron otros proyectos como los de la llamada prensa independiente, con la misma idea, destacar las irregularidades del régimen no divulgado por la prensa oficial y un intento incipiente de formar una sociedad civil.

Durante el proceso se formaron destacadas personalidades, que por razones obvias y con el transcurso del tiempo la mayoría han ido saliendo hacia el exilio, pero no se acababa de formar un verdadero proyecto que aportara una estrategia nacional, frente al totalitarismo y por supuesto, una persona que lo representara, con capacidad para buscar el consenso de amplios sectores de la sociedad y un reconocimiento internacional a una posible salida ordenada y pacífica a la crisis político-social que vive el pueblo cubano. Motivo por lo cual, Armando Hart Dávalos un histórico ministro cubano, manifestó en México hace un tiempo atrás, que la Revolución no se caía, porque no tenía para donde caerse.

Muchos esfuerzos se han hecho por la libertad de Cuba, de diferentes enfoques y escenarios, pero la fuerza del totalitarismo, primó por encima de la mejor voluntad democrática, lo que produjo un espejismo generacional y un auto reconocimiento del mayor esfuerzo y sacrificio de entrega de cada cual, adjudicándose cada uno su realidad, como condición absoluta de derecho y en ella centra su concepción democrática.

Pero a pesar de la inquietud política que han mantenido los cubanos, muy digna de elogio por cierto, se ha creado una percepción política que después de Fidel “yo”. Y cuando se dice “yo’ se trata de enmarcar en ello, el propósito de alguien, en lo personal o a nivel de grupo, entonces todo queda como en un compás de espera, una inmensa calma pareciera no molestar a nadie.

Es justo reconocer que muchas personas han dedicado lo mejor de sí, a un esfuerzo de aprovechar las pequeñas grietas del régimen, para tratar de impulsar iniciativas que fueran descompactando el totalitarismo. Sin embargo, para muchos lo importante era que el poder estaba intacto, se conservaba muy bien protegido en las manos de Fidel Castro y no había peligro de disputa alguna por el momento, o sea, las posibilidades potenciales estaban en expectativa.

Una combinación circunstancial ha puesto en alerta las pretensiones políticas, como una fruta, «el poder» comienza a pintonear y ya muchos levantan la vista hacia al árbol que lo sostiene y cada cual hace sus conjeturas de los atributos que posee para codiciarlo.

Los miembros de la nomenclatura actual se consideran con el derecho histórico, la viabilidad suprema y una posición ventajosa sobre cualquier otro grupo de pretensión, incluyendo la disponibilidad de la fuerza, más envalentonados por los acontecimientos de Venezuela, donde la oposición no ha podido, por mucho esfuerzo que ha hecho,  contra un régimen de fuerza.

La nomenclatura internamente también está fraccionada,  pero para este análisis no es de vital importancia, aunque cada grupo tiene sus propias estrategias.

La oposición interna, con sus respectivos líderes, también hace sus conjeturas y establece su opinión, recabando para sí, un supremo derecho, por estar dentro de la Isla, nunca haber abandonado la lucha desde dentro, donde el sacrificio, según ellos,  es mayor y los peligros inminentes, donde está el pueblo cubano en mayoría y ellos son sus interlocutores, que conocen y entienden su problemática, porque durante el totalitarismo han evolucionado juntos.

El exilio en su infraestructura generacional tiene diferentes matices, pero para este análisis sólo se debe tener en cuenta, el exilio mediático, que cuenta con mecanismos de opinión, por recursos económicos o medios de difusión masiva, o ambas a la vez. En este grupo subsisten las viejas ilusiones del poder, que por derecho histórico le pertenece, según su opinión, quienes lo matizan con una trayectoria de intransigencia y a ella se le incluyen los supremos esfuerzos, recabando para sí, todos los muertos de las diferentes épocas y etapas de la lucha.

Como se ha podido notar en la trayectoria de  este análisis, tres grandes escenarios se mueven alrededor de la toma del poder en Cuba y a su vez cada uno de ellos, cuenta con su propia subdivisión interna, entonces la aparición de Oswaldo Payá, con un proyecto de transición escalonada pone en riesgo, una ruptura abrupta del poder, que permita a cada cual ejercer el derecho que se cree tener para apoderarse de la silla presidencial, por la que se ha aguardado tanto tiempo.

Oswaldo Payá aparece como el rostro visible de la oposición cubana y recibe a su vez un reconocimiento internacional que lo pone en capacidad de asumir una aprobación inmediata en el caso de una toma de poder, es como si se hubiese despegado del pelotón y tomado la delantera, o en una fila situarse delante de los que ya están en ella o extender la mano por encima de los demás, la razón no importa, hay que aplicar la teoría del cubo de cangrejo, no importa en cuánto se perjudiquen los intereses de la causa, lo que hay que evitar a toda costa son, los peligros de Payá.